martes, 3 de julio de 2012

La energía solar también provoca desastres medioambientales

Sabíamos que la energía eólica puede provocar, y de hecho provoca, muchos daños mediambientales: muerte por choque con las aspas de aves protegidas, incendios forestales al prenderse fuego las turbinas por caída de rayos o recalentamiento de la maquinaria, etc. Desastres que se añaden a los accidentes laborales por caídas de operarios desde más de 60 metros de altura, o accidentes de tráfico al acceder a los altos en que se ubican los aerogeneradores por carreteras de montaña, no siempre en buen estado. Sin embargo, la energía solar parecía que, aparte de su enorme precio y de los problemas que se generan en su fabricación, en donde se necesitan elementos químicos raros, no tenía demasiadas pegas medioambientales. Pero llegó el verano de 2012 y, como si de una premonición del calendario maya se tratase, se produce el mayor incendio de los últimos 30 años en el este de España. Y ¿cuál es la causa? La instalación de unas placas de energía solar. En un acto de imprudencia manifiesta, y pese a las prohibiciones en vigor de no realizar trabajos que impliquen fuego en zonas forestales durante las olas de calor, como la que hemos sufrido en toda la Península Ibérica estos últimos días, unos operarios se afanaron en soldar placas solares en una caseta de una zona forestal (ver aquí) . Las chispas del soldador originaron la tragedia que ya ha devastado casi 30.000 hectáreas y se ha cobrado una vida, la de un piloto de helicóptero que participaba en las labores de extinción. La pregunta que me surge es: ¿se podría haber evitado? La respuesta que daría un político, muy posiblemente, sería: Sí, con leyes más restrictivas y más prohibiciones. La respuesta de un intelectual progre o de un ecologista, muy posiblemente, sería: Sí, con más educación medioambiental en las escuelas. La respuesta de los economistas quizás sería: sí, no, quizás, a medias… dependiendo de qué escuela económica sea. Mi respuesta sería: Desde luego, no simplemente promulgando leyes y prohibiciones, que no han servido para nada como acabamos de comprobar. Quizás se paliaría algo el problema con más educación medioambiental, aunque dudo que fuera mucho, puesto que no todo el mundo aprueba los exámenes y menos gente aún interioriza, realmente, lo que aprende en las escuelas (la mayoría lo aprenden para el examen e inmediatamente lo olvidan). En definitiva, a mi entender, este tipo de tragedias, tal y como están las cosas, son prácticamente inevitables por las siguientes razones: En primer lugar, al estar distribuida la energía solar en muchos lugares, algunos de difícil acceso, supervisar todas y cada una de las instalaciones es prácticamente imposible, así que hay que confiar en la competencia de la gente. Como no todo el mundo es competente, y aunque así fuera, hasta el más listo comete errores de vez en cuando, los accidentes son inevitables. En segundo lugar, nuestros bosques se han convertido en polvorines (ver aquí)desde que no se recoge leña para cocinar. Por otro lado, tampoco se fomenta la ganadería de cabras y ovejas, que podría limpiar las zonas forestales, ni la presencia de especies salvajes, como ciervos y cabras montesas, que podrían hacer el mismo papel. En tercer lugar, el problema se agrava más por la presencia de urbanizaciones rodeadas de masa boscosa, en el caso que nos ocupa, de bosques de pinos, una especie vegetal caracterizada por la presencia de resina, que la hace especialmente vulnerable al fuego. Se nos ha dicho que las energías renovables son limpias, seguras y sin problemas, que las energías fósiles generan terribles accidentes, como mareas negras y demás, pero no se nos cuenta de la misma forma las desventajas que tienen estas energías renovables, aparentemente (sólo aparentemente) amigables con el medio ambiente. En definitiva, como todas las tecnologías que el ser humano utiliza.

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