martes, 22 de junio de 2010

El nitrógeno reactivo y el CO2 (II)


Hay un aspecto del problema de la pretendida escasez de nitrógeno reactivo que falta por examinar, y es el papel de los cultivos. ¿Qué pasa con los cultivos cuando, debido a las continuas cosechas de plantas ávidas de nitrógeno como los cereales, éste escasea en el suelo?
Nada, porque los agricultores abonan.
De hecho el nitrato es uno de los componentes de los abonos más utilizados (los que tenemos algunos años recordamos aquellos anuncios que decían “ abonad con nitrato de chile” que aparecían en las carreteras del agro español a mediados del siglo pasado).
Antes de que los abonos químicos estuvieran masivamente disponibles, los agricultores tenían dos opciones: por un lado podían dejar las tierras en barbecho, es decir, sin cultivar durante un año, cuando detectaban una bajada de la producción. Esto daba tiempo a las bacterias del suelo a regenerar el nitrógeno perdido en las sucesivas cosechas. Por otro lado, si disponían de agua suficiente, podían cultivar plantas como las leguminosas, que, al llevar incorporadas a sus raíces las bacterias fijadoras de nitrógeno, no solo no padecen escasez de éste, sino que enriquecen el terreno en nitrógeno al quedar sus raíces en el suelo una vez cosechadas. Esto prepara el terreno para la siguiente cosecha de plantas (cereales, por ejemplo) que necesitan más nitrógeno para crecer bien.

El enriquecimiento en nitrógeno por abonado practicado por los agricultores ha llevado a algunos científicos alarmistas a pronosticar un impacto negativo por el exceso de nitrógeno en el suelo: crecimiento excesivo de especies nitrofílicas (que requieren mucho nitrógeno en el suelo) en detrimento de otras autóctonas, decrecimiento de hongos mutualistas, aumento de patógenos, aumento de la capacidad de invasión por parte de especies exóticas de plantas, etc.
Estos científicos ven como algo negativo el aumento de nitrógeno reactivo en el suelo, y afirman que hay demasiado nitrógeno reactivo en la biosfera. Olvidan, sin embargo que las especies nitrofílicas solo vivirán en los cultivos que el hombre abona y no invadirán, por tanto, ecosistemas naturales, generalmente más pobres en este elemento, en donde tendrían que competir con plantas salvajes mucho mejor adaptadas. También olvidan que los abonos se están empleando desde hace miles de años sin que haya producido ningún desastre planetario, aunque pueden, por supuesto, provocar algún problema, siempre local, por contaminación de aguas con nitratos si se utilizan en exceso.

Otra cuestión a tener en cuenta son los factores limitantes, es decir, factores que limitan el crecimiento de las plantas en un determinado lugar, como la falta de agua. Si sube el CO2 atmosférico, las plantas se hacen más resistentes al estrés causado por la sequía aunque, evidentemente, si el suelo donde crecen las plantas es pobre en nitratos, el factor limitante son estos nitratos, y la planta acelerará su crecimiento hasta que llegue el momento en que empiece a escasear el nitrógeno disponible. A partir de entonces, la velocidad de crecimiento tenderá a estabilizarse y se alcanzará un equilibrio cuando la cantidad de nitrógeno absorbido por las plantas sea igual a la cantidad producida por las bacterias fijadoras del nitrógeno del suelo más la cantidad obtenida de los restos de vegetales y animales (hojas secas, ramas y troncos caídos, excrementos de animales, etc.) que se van descomponiendo en el suelo y liberando su nitrógeno.

Si, en cambio, el factor limitante es el agua y no los nitratos u otras sales minerales, al incrementarse la efectividad fotosintética por el aumento de la concentración de CO2 en el aire, la planta aumentará su velocidad de crecimiento mientras siga aumentando el CO2, hasta estabilizarse cuando se llegue a alcanzar alrededor de las 1.500 ppm de CO2 en el aire para algunas especies, es decir, casi 4 veces la concentración actual en la atmósfera. Esto las llevaría a doblar su velocidad de crecimiento actual, con el consiguiente aumento de su producción y capacidad de absorción de CO2.

En los cultivos el caso es distinto: al poder suministrar abonos y agua en los regadíos, el factor limitante más importante vuelve a ser el CO2, por eso en invernaderos de Holanda (en Almería se está estudiando hacerlo tambien) se insufla CO2 procedente de centrales térmicas para aumentar su productividad.

Conclusión: podemos decir que si sigue subiendo el CO2, lo más probable es que siga subiendo también la producción y la productividad vegetal, tanto en ecosistemas naturales como en cultivos. La falta de nitrógeno reactivo no será un impedimento para esto a nivel global. Únicamente puede serlo a nivel local en ecosistemas concretos, en realidad en los que ya actúa como factor limitante.
El miedo a que se pare de repente la absorción de CO2 y éste se desboque, carece de todo fundamento científico.

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